Análisis - Observatorio de Derechos Culturales
Análisis II: G77+ China y la normalización de las autocracias en detrimento del libre desarrollo sociocultural de los pueblos
La semana pasada el gobierno cubano ofició como anfitrión para la reunión en La Habana del Grupo 77+ China. Según declaraciones oficiales de los organizadores, en la cumbre participaron 1300 personas de 116 países y 12 entidades multilaterales, entre ellas 31 jefes de Estado y decenas de ministros, y fue cubierta por más de 500 periodistas.
El G77+ China es la mayor organización intergubernamental de países en desarrollo en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Se creó en 1964 y actualmente cuenta con 134 países miembros localizados en América Latina, África, Oriente Medio y Asia. Pese a las sistemáticas violaciones de los DD. HH y la profunda crisis económica que la asola, Cuba presidió el Grupo por vez primera, en un encuentro que el Gobierno dio en llamar “austero y modesto”, y para el que buscó especial apoyo en los ministerios de Educación, Cultura y Turismo.
Al foro asistieron representantes de otros gobiernos autocráticos y aliados de La Habana como el venezolano, el nicaragüense, el chino y el iraní. En esta ocasión, el régimen cubano aprovechó para “estimular la cooperación Sur-Sur” y “promover los objetivos de desarrollo sostenible”. En específico, el presidente designado Miguel Díaz-Canel exigió “la democratización pendiente en el sistema de relaciones internacionales”, mientras que su homólogo venezolano denunció “la persecución contra los pueblos del mundo que quieren construir sus propios modelos”.
Reuniones como la que nos ocupa, que agrupa dos tercios de los miembros de la ONU y cuyos gobiernos incluyen más del 80% de la población mundial, resultan en extremo delicadas para el desarrollo de las sociedades y sus libres desempeños. Es de advertir que, el discurso en política exterior de los países autocráticos, miembros de estos mecanismos, ha incrementado en términos absolutos su capacidad de controlar, criminalizar y penalizar la existencia de actores no estatales que representen amenazas existenciales para estos regímenes. A su vez, la oportunidad de ganar en coalición, entendimiento y validación mutua, así como de acordar en común estrategias coercitivas que estas reuniones acomodaticias ofrecen, fortalece corrientes autoritarias regionales en detrimento del libre desarrollo sociocultural de los pueblos. El respaldo de inmunidad que estos cónclaves otorgan, además, generan un terreno de fácil cultivo para deslegitimar mecanismos internacionales e invalidar sus narrativas como hemos visto en las declaraciones presidenciales emitidas.
Los gobiernos cubano, venezolano, nicaragüense, sirio o chino han sido señalados por su desinterés y/o expoliación del patrimonio nacional, resultando en la pérdida y menoscabo de monumentos, bibliotecas y fundaciones dedicadas a la preservación de la memoria cultural. Son los mismos gobiernos sobre los que pesan acusaciones de persecuciones, detenciones, tortura y represión contra artistas, intelectuales y otros miembros de la sociedad civil. Por tanto, no es solamente reprobable pero arriesgado que se escoja un momento de recrudecimiento en el hostigamiento por parte de estos gobiernos, para ganar solidaridad y acción unificada hacia intereses que van en contra de la Carta de Naciones Unidas.
Por último, es pertinente recordar que el desarrollo cultural de las naciones depende de garantías individuales y colectivas básicas, y de un ambiente democrático que no limite la memoria histórica y cultural, ni frene la autonomía de iniciativas independientes que enriquezcan la producción intelectual de los países. Un entorno autocrático impacta principalmente en este ámbito con consecuencias transgeneracionales y por tanto, limitando profundamente el devenir de las naciones.